
Es fácil de comprender, más difícil de realizar y rara vez se desempeña a la perfección: consiste en proclamar la palabra de Dios a la comunidad celebrante "en voz alta y clara, y con conocimiento de lo que lee", como dice el Ordo lectionum 14.
Por tanto, el ministerio del lector, no es ante todo, leer el texto, sino, al leerlo, hacer que se comprenda. ¿Quién se atreverá a afirmar que las lecturas hechas en nuestras asambleas son siempre perfectamente comprendidas?.
En la voz del lector hemos de escuchar la clara voz de Cristo, pues, afirma el Vaticano, es Cristo "el que habla mientras se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras". (SC 7)

¿Se dán cuenta nuestros lectores de hoy de que son los sucesores de los mártires, de que su voz debiera ser tan convincente como la voz de la sangre?
Órale, que fuertes palabras y lo más importante que enseñanza para todos los que tenemos a cargo la proclamación de la Palabra de Dios. Gracias, Dios le bendiga.
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