La palabra credencia viene de «credere», confiar.
Se denomina así a la mesita lateral o repisa que se sitúa a la derecha del altar, en un lado del presbiterio, donde se colocan hasta que hagan falta los elementos de la celebración: el cáliz, el corporal, el purificador, la palia si se usa, la patena y los copones necesarios, el pan de la comunión, las vinajeras con vino y agua (salvo que se lleven en la procesión de las ofrendas), y los elementos para el lavabo. Asimismo, en la credencia estará el Misal y las campanillas y la bandeja de la comunión, si se usan. Debe ser por lo tanto de un tamaño y altura adecuados, que permita que cumpla con esa función.
La credencia debe tener un mantel digno y no debe tener velas ni flores (al igual que la mesita que se prepara cuando hay procesión de ofrendas y los fieles llevan el pan y el vino al altar).
El altar debe permanecer vacío y no llevarse nada hasta que se necesite, incluido el Misal, que se lleva tras la oración de los fieles. Solamente se coloca desde el principio el Evangelario, si se ha llevado en la procesión de entrada, hasta la proclamación del mismo, momento en el que se lleva procesionalmente al ambón. Al terminar la proclamación del Evangelio el libro se retira a un lugar digno (si oficia el obispo se le llevará a besarlo y a impartir con él la bendición).
En la credencia se deben purificar los vasos sagrados tras la comunión por un acólito - mejor que en el altar - y también se puede preparar el cáliz por el diácono antes de llevarlo al altar.
Así pues estamos ante un mueble litúrgico de cierta importancia que hay que cuidar evitando colocar sobre ella cualquier objeto que no sirva para el culto.
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