Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento comienza con el domingo más próximo al treinta de noviembre, fiesta del apóstol san Andrés.
Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre.
Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre.
Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador.
El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de María en la liturgia es más patente. Diciembre es el mes más particularmente apto para el culto a la Virgen.
Dos de las tres solemnidades de la Virgen se celebran por estas fechas: la Inmaculada y ya en tiempo de Navidad la solemnidad de María Madre de Dios (Theotokos) el uno de enero.
Fecha también muy importante es el dieciocho de diciembre, en que celebramos la Expectación al parto, Esperanza y Virgen de la O, que todo es la misma cosa.
Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de conversión. Sus personajes clásicos son el profeta Isaías, el precursor Juan el Bautista y María. Tal como dice el prefacio II, se trata de esperar “a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”.
Los aspectos litúrgicos del Adviento son escatológicos, mirando a la última venida del Señor al final de los tiempos. Es tiempo de relativa austeridad en los signos externos. Esto se observa en los siguientes elementos:
- los domingos se omite el Gloria para que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo.
- las vestiduras de los ministros son moradas (como en Cuaresma).
- el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. De poner flores, pocas y no siempre. Esta austeridad incluye al sagrario.
- los instrumentos se deben omitir para que contraste más la alegría del Nacimiento.
- en el tercer domingo de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada - Gaudéte in Domino semper: íterum dico, Gaudéte - se puede usar el color rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). Ese domingo es adecuado poner flores en el altar, así como entonar cantos y música.
Sin embargo se mantienen algunos signos festivos, como el Aleluya.
Pastoralmente es aconsejable hacer alguna celebración comunitaria de la penitencia, siendo un viernes el día más adecuado.
También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de María y la corona de Adviento, consistente en cuatro velas: 3 de color morado (para el 1er, 2do y 4to domingos de Adviento) y una de color rosado (3er domingo de Adviento (Gaudete)), sobre una corona de ramos verdes sin flores que se van encendiendo progresivamente en cada domingo al comienzo de la Misa, marcando el tiempo de la llegada del Señor.
La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues el nacimiento del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces y flores en el altar, usar vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.
En los domingos de Adviento sólo se puede celebrar la Misa del día, cualquier otra celebración está prohibida - por ejemplo, la misa exequial -.
Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. La celebración eucarística tiene sus propios prefacios, muy bellos.
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