El uso del micrófono en las celebraciones

La Palabra debe ser oída cómodamente, con veneración

«Las lecturas de la Palabra de Dios, que proporcionan a la liturgia un elemento de la mayor importancia, deben ser escuchadas por todos con veneración» (IGMR 29)

«Hay que procurar que los lectores tengan en el ambón la suficiente iluminación para la lectura del texto, y, si es necesario, puedan utilizarse los actuales instrumentos de orden técnico para que los fieles puedan oír cómodamente» (OLM 34; Cf. IGMR 311."Se utilizará un buen equipo de sonido, para que el pueblo congregado pueda oir fácilmente las lecturas, oraciones y moniciones" (Ritual de la Dedicación de Iglesias, p. 16)

Además de la preparación espiritual y bíblico-litúrgica, «la preparación técnica debe hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz, ya sea con ayuda de los instrumentos modernos de ampliación de la voz» (OLM 55). 

Lo mismo atañe a los cantores lógicamente.

La autenticidad en la amplificación
La fuerza comunicativa de la liturgia tiene dos exponentes primordiales, la palabra y el canto. Y la técnica ha puesto a su disposición sistemas muy sofisticados de amplificación.
También aquí hay que tener en cuenta el principio de autenticidad en la liturgia. Si el micro, al amplificar la palabra hablada o cantada, la desfigura, sería un atentado contra la verdad formal del que habla o canta.

La mejor megafonía es la que menos se nota. El desideratum es una audición perfecta de la auténtica voz sin connotaciones extrañas.
El micrófono no debe ser protagonista
A esta «modestia» del micrófono, que «no se note» peyorativamente, apunta expresamente el Misal romano de Italia, 2da. edición de 1983, p. L, n. 14, cuando dice: «El micrófono, por su dimensión y colocación, no sea tan aparatoso que reste valor a los demás utensilios sagrados y símbolos litúrgicos»

A veces se ve más el micro que el cáliz sobre el altar (Sin olvidar las esclavitudes a que sujeta al que lo usa cuando está fijo y no permite ni mirar a los lados, ni apenas mover los brazos, y menos desplazarse de su «territorio»... Cuando se pone al cuello se atenúan esas esclavitudes, pero se cae en la otra dependencia del cordón, cuando no es inalámbrico. Es verdad que ahora se usan estos, pero no so han evitado todas las servidumbres. Ya hay micros planos, más discretos)

Indicaciones prácticas
Cuando el presidente o el cantor, en los casos previstos, canta con el pueblo, debe estar a la conveniente distancia del micro. Así su voz no prevalece con visos de prepotencia.

Contrariamente a lo que pueda parecer, cantar con la asamblea desde el micro, lejos de incitarla, la invita a no cantar.

En el verdadero diálogo se nota la liturgia viva. Si todos lo cantan todo, la asamblea se adormece de estrofa en estrofa. Es entonces cuando el solista debe animar el canto y devolverle la vivacidad perdida. El animador no logrará su propósito si busca en el fondo una seguridad cantando. Irá mejor si él calla y obtiene con el gesto lo que espera de la asamblea. Para verificar si el canto está bien sabido, en los ensayos hay que incitar a cantar; escuchar y callar.

Si el animador está convencido y actúa con decisión, sin vacilar, la asamblea responderá sin titubeos. ( Cf. El ministerio del lector. Directorio litúrgico-pastoral, 1985)

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