Precisamente esta oración quiere ser el motor de toda nuestra actividad y de nuestro empeño misionero.
"Las lecturas y oraciones de la Liturgia de las Horas constituyen un manantial de vida cristiana...Pues sólo el Señor,sin el cual nada podemos hacer y a quien acudimos con nuestros ruegos, puede dar a nuestras obras la eficacia y el incremento" (IGLH 18). En la Liturgia de las Horas..."deberán (los ministros ordenados) nutrir y alentar la acción pastoral y misional, con la abundancia de la contemplación, para gozo de toda la Iglesia de Dios" (IGLH 28).
El dirigir nuestras alabanzas y súplicas a Dios no sólo nos hace crecer en nuestra conciencia de hijos, sino también en la de hermanos. Porque tanto los salmos como las lecturas y las preces nos hablan de la gran tarea que entre todos llevamos a cabo, colaborando con Cristo y su Espíritu. Hablamos a Dios, en vocativo, para poder luego hablar de Dios en nuestro empeño apostólico.
Para que nuestra tarea no sean palabras vacías, sino fruto de una convicción y de una experiencia nuestra de fe. Así en la oración de las Horas no olvidamos ni nuestra historia ni las personas a las que dedicaremos luego nuestro trabajo misionero.
Todo queda unificado y englobado en este momento privilegiado que es la oración eclesial, en el que recibimos luz y fuerza para unirnos más estrechamente al Cristo que, además de Orante, es el Salvador y Liberador de la humanidad.
Todo queda unificado y englobado en este momento privilegiado que es la oración eclesial, en el que recibimos luz y fuerza para unirnos más estrechamente al Cristo que, además de Orante, es el Salvador y Liberador de la humanidad.
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