Este hermoso salmo, de un profundo sentido religioso, es uno de los más antiguos que se conocen. Parece que ya se cantaba en Canaam cuando llegaron los israelitas, 1.300 años antes de Cristo.
Es un ejemplo clásico (junto con el salmo 8) de cómo al contemplar las bellezas de la naturaleza podemos elevarnos hacia la adoración del Creador, si sabemos mirar con espíritu de fe todo lo creado.
Es un himno al poder y majestad de Dios que se manifiesta en una impresionante tempestad, que estalla primero en el mar, pasa luego al Líbano y de allí al Monte Hermon para descender finalmente hasta el desierto. El poeta salmista contempla admirado y por siete veces llama "voz de Dios" al estampido de la tempestad e invita a los "hijos de Dios" a entonar un himno de alabanza al poder divino que descansa tranquilo sobre las aguas torrenciales y que concede fuerzas a su pueblo.
Termina anunciando que al pueblo de Dios le llegará la paz así como el arco iris aparece después de la tempestad. El salmo principia con un "Gloria a Dios en el cielo" y termina con "paz en la tierra a los hombres que ama el Señor".
SALMO 29 - (En Liturgia 28) - LA PODEROSA VOZ DEL SEÑOR
¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder!. Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado. Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!
Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad.
Voz de Yahveh que desgaja los cedros, Yahveh desgaja los cedros del Líbano, hace brincar como un novillo al Líbano, y al Sarión como cría de búfalo.
Voz de Yahveh que afila llamaradas.
Voz de Yahveh, que sacude el desierto, sacude Yahveh el desierto de Cadés.
Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja, mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria!
Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno.
Yahveh da el poder a su pueblo, Yahveh bendice a su pueblo con la paz.
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