He aquí la oración de alguien que estaba gravemente enfermo, desahuciado y acudió a Dios y fue curado admirablemente.
Ahora para esta persona la vida tiene un sentido: dar gracias a Dios. Cualquiera de nosotros después de haber sido librado de enfermedades del cuerpo o de males del espíritu puede repetir la frase del salmo: "A Tí grité y Tú me sanaste".
En el salmo el fiel beneficiado no se contenta con agradecer el favor recibido de Dios, sino que invita a otros a acompañarlo en su acción de gracias. Recuerda que alcanzó a tener un acto de presunción cuando todo le iba bien, creyendo que sería inconmovible, pero que apenas el Señor le retiró su favor todo se vino abajo.
El bello libro "Imitación de Cristo" (Tomás de Kempis), comentando este salmo insiste en que no hay que enorgullecernos cuando todo nos resulta bien, pero que tampoco debemos desesperarnos cuando todo resulta mal, pues si por la noche nos visita el llanto, al amanecer puede llegarnos la alegría.
La frase final de este Himno de gratitud debe ser un propósito para todos nosotros: "Señor Dios nuestro: te daré gracias por siempre". Entonces se cumplirá en cada uno la promesa del Libro del Eclesiástico: "Quien agradece un favor, obtendrá muchos favores más".
SALMO 30 -(En Liturgia 29) - ALABANZA A DIOS POR RECUPERAR LA SALUD
Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos.
Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste. Tú has sacado, Yahveh, mi alma del abismo, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
Salmodiad a Yahveh los que le amáis, alabad su memoria sagrada. De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.
Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.», Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado. A ti clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro: ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede alabarte el polvo, anuncia tu verdad?
¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahveh, mi auxilio!
Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría; mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Yahveh, Dios mío, te alabaré por siempre.
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