Leer la Palabra de Dios en la Asamblea litúrgica

La lectura de la Sagrada Escritura en el marco de la celebración es un acto litúrgico, el centro de la liturgia de la Palabra.


Por medio de la lectura o proclamación de la Palabra, "se expresan de modo admirable los múltiples tesoros de la única Palabra de Dios, ya sea en el transcurso del año litúrgico, en el que se recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los sacramentos y sacramentales de la Iglesia, o en la respuesta de cada fiel a la acción interna del Espíritu Santo, ya que entonces la misma celebración litúrgica, que se sostiene y se apoya principalmente en la Palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta palabra con una nueva interpretación y una nueva eficacia" (Ordenación de las Lecturas de la Misa, 2da edición típica 1981, Praenotandos (=OLM), 3).

La economía divina dispuso que la Palabra sea alimento vital del Pueblo de Dios, el cual no podría subsistir sin esta comida que es fuerza de la fe (cf. DV 23). Por eso la Iglesia, depositaria de las Sagradas Escrituras (cf. DV 9-10), "no deja de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia" (DV 21; cf. 23).

La liturgia es, por tanto, lugar privilegiado donde la Palabra salvadora de Dios habla a su pueblo, "Cristo sigue anunciando el Evangelio y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración" (SC 33).

La Palabra de la Escritura, cuando es proclamada en las celebraciones litúrgicas, constituye uno de los modos de la misteriosa y real presencia del Señor entre los suyos, como enseña el Vaticano II: "Él está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla" (SC 7).

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