Salmo 50 (En Liturgia el 49) - ¿Cuál es el verdadero culto que Dios desea?

Decía Fenelón que el Salmo 50 supera en belleza literaria a todos los demás himnos de su tiempo, la doctrina central de este poema es la ineficacia y la inutilidad de un culto puramente exterior.

En muchos sitios de la Biblia se habla de este tema, pero en ningún otro de manera tan brillante y tan completa: Insiste en que Dios no tiene necesidad de nuestros sacrificios como si lo fuéramos a hacer más rico con ellos. 

Lo que le ofrecemos ya le pertenecía. No es que a Dios no le agraden los sacrificios y los actos de culto, Lo que no le agrada es que mientras externamente se le ofrecen, internamente se siga despreciando su Santa Ley. 

Es lo que Cristo y los profetas reprocharon: "Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de Mí". (Mt. 15, 8. Is. 29, 13). El modo de hablar de este salmo es muy parecido al que usaban los profetas: antes de dedicarse a lo meramente exterior, lo importante es cumplir bien las leyes de Dios y practicar la justicia y la caridad para con el prójimo. 

Trae un resumen perfecto de lo que debe hacer un creyente: "Ofrece a Dios el sacrificio de proclamar tu fe. Cumple a Dios lo que les has prometido e invócame el día del peligro". Y añade otra promesa formidable: "Yo te libraré y tú me darás gloria".

SALMO 50 (En liturgia 49) - COMO HAY QUE HONRAR A DIOS
1 Salmo. De Asaf. Habla Yahvé, Dios de los dioses: convoca a la tierra de oriente a occidente.
2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
3 viene nuestro Dios y no callará. Lo precede un fuego voraz, lo rodea violenta tempestad;
4 convoca desde lo alto a los cielos, y a la tierra para juzgar a su pueblo.
5 «Reunid ante mí a mis adeptos, que sellaron mi alianza con sacrificios».
6 (Los cielos proclaman su justicia, pues Dios mismo viene como juez).  
7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar, Israel, testifico contra ti, yo, Dios, tu Dios.
8 No te acuso por tus sacrificios, ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
9 No tomaré novillos de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos,
10 pues son mías las fieras salvajes, las bestias en los montes a millares;
11 conozco las aves de los cielos, mías son las alimañas del campo.
12 Si hambre tuviera, no te lo diría, porque mío es el orbe y cuanto encierra.
13 ¿Acaso como carne de toros o bebo sangre de machos cabríos?
14 Sacrifica a Dios dándole gracias, cumple todos tus votos al Altísimo:
15 invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.
16 Pero al malvado Dios le dice: «¿A qué viene recitar mis preceptos y ponerte a hablar de mi alianza,
17 tú que detestas la doctrina y a tus espaldas echas mis palabras?
18 Si ves a un ladrón vas con él, compartes tu suerte con adúlteros;
19 abres tu boca con malicia, tu lengua trama engaños.
20 Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre.
21 Haces esto, ¿y he de callarme? ¿Piensas que soy como tú? Yo te acuso y te lo echo en cara.
22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce y no haya quien os salve.
23 Me honra quien sacrifica dándome gracias, al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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