

Igual observación vale para todos los ministros del presbiterio, incluidos acólitos. Igualmente, debe calzar unos zapatos adecuados, de color negro preferentemente. Más de un cura se ha visto oficiar en zapatillas deportivas.
Si lleva teléfono móvil, como hoy es habitual, debe tener especial atención en desconectarlo o dejarlo en silencio. Si en una misa siempre suena algún teléfono de los fieles (lógico por otra parte, al llevarlos todo el mundo, pero no por ello menos censurable) más grave es que le suene al sacerdote, algo que se ha presenciado en más ocasiones de las debidas. Y, por supuesto, siempre le suena en el momento más importante: la consagración.

Al comienzo de la misa, el sacerdote inciensa al altar, a la cruz con tres golpes dobles y a las imágenes que estén expuestas de manera solemne, como en un altar de cultos o besapié/besamanos. En el resto de la misa no se vuelve a incensar a las imágenes, si en cambio a la cruz, tras la preparación de los dones. La OGMR 75 dice claramente que “El sacerdote pone el pan y el vino sobre el altar mientras dice las fórmulas establecidas. El sacerdote puede incensar las ofrendas colocadas sobre el altar y después la cruz y el mismo altar, para significar que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso. Después son incensados, sea por el diácono o por otro ministro, el sacerdote, en razón de su sagrado ministerio, y el pueblo, en razón de su dignidad bautismal.”
En cuanto a la forma de incensar siempre ha de hacerse con movimientos dobles únicamente.

Con dos movimientos dobles se inciensa: las reliquias e imágenes (incluidas las de la Virgen) expuestas a la veneración pública y sólo al principio de la celebración, después de incensar el altar. Antes y después de la incensación se debe hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.
En cualquier caso, los golpes de incensario siempre son dobles, que se repiten dos o tres veces.
En cualquier caso, los golpes de incensario siempre son dobles, que se repiten dos o tres veces.
Se presencian numerosos líos en este tema. Algo pintoresco pasó en una misa, en la cual el sacerdote incensó con tres golpes triples a la imagen de Cristo, con dos golpes dobles a la imagen de la Virgen y con un golpe simple a San Juan. Se conoce que tenía muy clara la jerarquía de valores y fue disminuyendo el número de golpes según su criterio...
Ninguna de las lecturas, en principio, son competencia del presidente. Las no evangélicas las hará un lector y el Evangelio el diácono, o un concelebrante. Solo si el sacerdote no tiene ayudantes ni hay lectores adecuados podrá hacerlas todas.
Y más adelante se aclara que, si no se canta, puede omitirse.
Se debe leer siempre del Leccionario, evitando papeles y hojitas de subsidios litúrgicos.
Un rito que es obligatorio, pero que se omite muchas veces, generalmente por comodidad, es el lavabo. El rito es posterior a la incensación de los dones y del pueblo. La OGMR es clara al respecto (76): “A continuación, el sacerdote se lava las manos en el lado del altar. Con este rito se expresa el deseo de purificación interior”. Comprendemos que, si el sacerdote está solo en el presbiterio, puede resultarle un rito molesto sin ayudante, pero debe hacerse.

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