No es indispensable que todos los coros canten a varias voces, aunque sea deseable que puedan hacerlo.
Tambien los cantos a una voz necesitan del coro y de sus solistas en ocasiones.
La música litúrgica debe estar adaptada al nivel de fe, edad y cultura de la asamblea, estimulando siempre su capacidad para cantar mejor y ayudar a los creyentes reunidos a expresar y compartir su fe.
El coro debe dar preferencia en su repertorio a los cantos expresamente compuestos ya en su estructura original para asamblea, coro y órgano.
Ha de cantar el pueblo, y cada día mejor, para que su alegría de participar en la fiesta sea plena.
Ha de intervenir el coro, porque es elemento indispensable para situar el canto litúrgico y la celebración en un nivel cada vez más alto de expresión y lirismo festivo, encuadrando y sosteniendo las voces de toda la asamblea y alternando con ella cuando el canto lo requiera.
Y ha de sonar el órgano, porque sin duda es un instrumento excepcional de infinitos recursos que puede dar cohesión a todos los actores musicales litúrgicos.
Ha de intervenir el coro, porque es elemento indispensable para situar el canto litúrgico y la celebración en un nivel cada vez más alto de expresión y lirismo festivo, encuadrando y sosteniendo las voces de toda la asamblea y alternando con ella cuando el canto lo requiera.
Y ha de sonar el órgano, porque sin duda es un instrumento excepcional de infinitos recursos que puede dar cohesión a todos los actores musicales litúrgicos.
Cuando los coros participen en asambleas desconocidas, deben ponerse de acuerdo con los responsables a la hora de programar los cantos, puesto que han de tener presentes las circunstancias y las posibilidades concretas de la asamblea por encima de cualquier motivo de emulación o de prestigio.
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