No sólo debe ser técnico en el arte musical y experto en dinámica de grupo, sino también un estudioso y profundo conocedor de la liturgia para hacer del coro una escuela de auténtica espiritualidad.
Con su ejemplo, el director conseguirá con normalidad que el coro de cantores ore con la asamblea, escuche atentamente las lecturas y la homilía, viva la plegaria eucarística, etc, sin distraerse a preparar lo que ya debe tener previsto y concertado de antemano.
Por supuesto, el director del coro debe estar activamente integrado en el equipo de animación litúrgica.
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