Esta es la oración de alguien que sufre no sólo físicamente sino también moralmente.
En su cuerpo padece la enfermedad y en su alma la maledicencia de sus enemigos y lo traición de uno de sus más íntimos amigos.
Ante esta situación de dolor, incomprensión y abandono, no le queda otro solución sino encomendarse confiadamente a Dios. Es un canto de tristeza al constatar que la amistad humana muchas veces resulta traicionera. Jesús citó una frase de este salmo al hablar de la traición de ludas: "Incluso el amigo que compartía mi pan es el primero en traicionarme" (Jn. 13, 78).
Para todo mortal llegan días de dolor, de incomprensión, horas sombrías. El salmo recuerda que para esos momentos le será muy útil haber sido compasivo y haberse preocupado por ayudar a los necesitados, pues entonces él sentirá también la compasión de Dios, el Unico amigo que jamás falla.
Quien reza este hermoso salmo reconoce que es por los pecados propios por lo que está sufriendo dolores y angustias, pero pide al Señor que tenga piedad y le devuelva la salud y la tranquilidad.
Finaliza el salmo con una doxología o alabanza al Señor, con la cual termina el primer libro de los 40 salmos que la antigüedad atribuía al profeta David.
SALMO 41 (En liturgia 40) - ACCION DE GRACIAS POR LA LIBERACION DE UNA ENFERMEDAD
1 Del maestro de coro. Salmo. De David.
2 ¡Dichoso el que cuida del débil y el pobre!. El día de la desgracia Yahvé lo liberará.
3 Yahvé lo guardará y conservará con vida, le concederá felicidad en la tierra, no lo abandonará a la saña de sus enemigos;
4 Yahvé lo sostendrá en su lecho de dolor, cambiará la postración en que está sumido.
5 Yo dije: «Ten piedad de mí, Yahvé, sáname, que he pecado contra ti».
6 Mis enemigos hablan mal de mí: «¿Cuándo morirá y se perderá su apellido?».
7 Viene alguien a verme y habla de cosas fútiles, va urdiendo falsedades y sale afuera a comentarlas.
8 Los que me odian se juntan a difamarme, me achacan la desgracia que me aqueja:
9 «Un mal diabólico se abate sobre él, ahora que se ha acostado, no se levantará».
10 Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, mi compañero de mesa, me ha traicionado.
11 Pero tú, Yahvé, ten piedad de mí, ponme de pie y les daré su merecido;
12 en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no canta victoria sobre mí.
13 En cuanto a mí, me mantendrás en mi inocencia, me admitirás por siempre en tu presencia.
14 ¡Bendito sea Yahvé, Dios de Israel, desde siempre y hasta siempre! ¡Amén! ¡Amén!
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