Salmo 27 (En Liturgia el 26)

Es un salmo de confianza intrépida en momentos difíciles. La Biblia dice que es de David.

La Iglesia lo reza en Semana Santa. Es como la anticipación de aquella famosa frase que San Pablo iba a decir después: "Si Dios esta con nosotros, quién podrá contra nosotros” (Rom. 8). La primera parte es una oración de esperanza en Dios cuando fallan todas las esperanzas humanas.

Una plegaria muy oportuna para cuando llegan momentos de desaliento. La segunda parte es una súplica para aquellas ocasiones en las que parece que "Dios ha escondido su rostro" y que no nos hace caso. Probablemente Jesucristo recitó este salmo durante su Pasión.

También nosotros, en los momentos difíciles de la vida debemos recitarlo. Aquí la confianza en Dios es entusiasta. Nos presenta el clásico balanceo entre el peligro de dejarnos vencer por la desconfianza en las tribulaciones y la serena paz que trae al alma el saber que si estamos con Dios no hay nada que temer, aunque un ejército se presente a combatirnos.

SALMO 27 - (En Liturgia 26) - ¿A QUIÉN VOY A TEMER SI DIOS ESTÁ CONMIGO?
Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?. Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.

Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella. Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahveh y cuidar de su Templo. Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará.

Y ahora se alza mi cabeza sobre mis enemigos que me hostigan; en su tienda voy a sacrificar. sacrificios de aclamación. Cantaré, salmodiaré a Yahveh. Escucha, Yahveh, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!. Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro busco: No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá. Enséñame tu camino, Yahveh, guíame por senda llana, por causa de los que me asechan; no me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos, que respiran violencia.
¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos! Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.

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