Este salmo es una descripción de la gran maldad que domina al mundo y un llamamiento a Dios a que intervenga para arreglar esta mala situación. En primer lugar recuerda lo que tanto criticaban los profetas: que la gente no es sincera, que les gusta engañarse unos a otros (Jesús dijo que Satanás es el padre de toda mentira Jn. 8,44).
Dios que es protector de los oprimidos, responde que no va a permanecer indiferente ante los gemidos de los necesitados. La última frase del salmo está muy relacionada con la primera: empieza clamando angustiado: "Interviene, Señor..." y termina exclamando lleno de confianza: "Tú, Señor, cuidarás de nosotros".
SALMO 12 (En liturgia 11)
Interviene, Señor, porque ya no hay hombres buenos ni se encuentran ya hombres leales.
Cada cual engaña a su prójimo, se dicen buenas palabras, pero con doblez.
Que el Señor arranque los labios mentirosos y la lengua que dice grandes frases.
Pues dicen: "Con palabras todo lo conseguiremos; si sabemos hablar, ¿quién nos va a dominar?"
"Los pobres son despojados, gimen los humildes, ahora me levanto - dice el Señor - y prestaré socorro al que es despreciado."
Las palabras del Señor son palabras seguras, son como plata pura siete veces purificada en el crisol.
Tú, Señor, cuidarás de nosotros; protégenos por siempre de esta generación.
Por doquier se andan paseando los malvados y cunde el vicio entre los hijos de Adán.
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