Salmo 10 (En liturgia el 9 B) - Los Ataques del Enemigo

De aqui en adelante los salmos llevan dos numeraciones.
La Biblia Hebrea, la Biblia de Jerusalem y la Biblia Ecuménica "Dios habla hoy", dicen que el salmo siguiente es el Número 10. En cambio San Jerónimo que tradujo los Salmos para la Liturgia u Oración Oficial de la Iglesia Católica (en el año 400) dice que este salmo es la segunda parte del salmo anterior y lo llama el 9B.

De aquí en adelante los Salmos llevan doble numeración: nosotros seguiremos la numeración de la Biblia de Jerusalem.
Cuando encontremos un salmo con dos números, debemos recordar que el número inferior es de la Liturgia y el número superior es el de la Biblia de Jerusalem y de la mayor parte de las Biblias.

SALMO 10 (En Liturgia el 9B)
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en los momentos de angustia?
El malvado se impone y aplasta al humilde: que quede atrapado en las trampas que maquina..
El malvado se jacta de la avidez de su alma, el aprovechador maldice y desprecia al Señor. 
Enrisca la nariz y no se preocupa: "¡No hay Dios", dice; eso es todo lo que piensa.
En todas sus empresas le va bien, tus sentencias son muy altas para él, barre de un soplo a todos sus rivales.  Dice en su corazón: "Soy inquebrantable, la desgracia jamás me alcanzará".

Su boca está llena de perfidia, de fraude y amenazas; sus palabras inspiran injusticia y maldad. 
Se pone al acecho en el cañaveral, a escondidas mata al inocente; 
sus ojos espían al indigente, acecha como león en la espesura, listo para atrapar al desdichado, lo atrapa y luego lo arrastra con su red. Se detiene, se encoge, y cae en su poder el indigente. 
Dice en su corazón: "Dios lo ha olvidado, tiene su cara tapada, no ve nada". 
¡Levántate, Señor, alza tu mano! ¡No te olvides de los desdichados! 

¿Por qué el impío menosprecia a Dios y dice para sí: "No me pedirá cuentas"? 
Pero tú has visto la pena y el dolor, los miras y los recoges en tus manos.
A ti el desamparado se encomienda, a ti que al huérfano socorres. 
Quiebra el poder del impío y del malvado, haz que de su maldad te rinda cuentas y que no se vea más. 
El Señor es rey ahora y para siempre, los paganos ya no se ven en su tierra. 
Tú escuchas, Señor, el ruego de los humildes, reconfortas su corazón y están atentos tus oídos para defender al huérfano y al oprimido y así los hombres de barro no puedan oprimirlos.

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