La musica en la Santa Misa

Lo primero es la asamblea
Debido a que ha cambiado la liturgia, es necesario también cambiar la música; ésta no es un ornamento sobrepuesto, sino estructural.
Tal vez deba cambiarse el adjetivo "sacro", ya que la música no es una realidad sacral en sí misma, sino en cuanto su finalidad sea litúrgica. Sería más correcto llamarla "ritual" o "litúrgica", en cuanto parte integrante de la liturgia, y siempre que esté conectada estrechamente con ésta.

El concilio Vaticano II ha devuelto a la asamblea, de la cual el sacerdote es el presidente, la posición primaria e inalienable desde el inicio hasta el final del rito: sus intervenciones no pueden interferirse y el diálogo con el sacerdote no se puede interrumpir ni impedir.

Los diversos ministerios o funciones litúrgicas relativas a la música y al canto, ejecutados por distintas personas como el intérprete, el coro y el organista, no son autónomos, no deben actuar por cuenta propia, sino que todos están al servicio de la asamblea para rendir, todos juntos, la alabanza a Dios.
Todo lo relativo al rito tiene un primer responsable y coordinador: el sacerdote presidente.

Por eso la normativa prohibe taxativamente tapar con oraciones y cantos la voz del sacerdote cuando habla y cuando ora, y prescribe "al órgano y a los otros instrumentos callar" (cfr. Instrucción general del misal romano, 32).
También el coro o "schola cantorum" forma parte de la asamblea, cor el fin de ejecutar cantos propios y de "promover la participación activa de los fieles con el canto" (cfr. IGMR, 103).

La parte destinada al canto
El canto tiene importancia relevante en la liturgia porque "quien canta bien, ora dos veces" y expresa el gozo del corazón.
El canto comunitario favorece la unanimidad de los corazones y de las voces. Por eso el ordenamiento ritual preve textos y partes destinadas al canto, determinando los momentos y las personas encargadas de hacerlo.

No se trata pues de cantar "durante" la misa, sino de "cantar la misa", de dar expresión sonora, musical, artística, a los diversos momentos de oración y a los textos correspondientes.
No hay un rol específico para los instrumentos musicales, en especial para el órgano, pero lo lógico es que tenga una función de acompañamiento de los cantos, y en algún caso, de voz expresiva única.

También el escuchar (aun cuando sus momentos son escasos y breves) es una forma de participación y de oración, como lo es el silencio.

Más que introducir cantos y trozos musicales que no han sido compuestos en relación con el momento, se deberían valorizar al máximo los textos propios del rito (por ejemplo, los salmos de entrada y de comunión, los saludos y las respuestas, sobre todo las aclamaciones) y en lo posible escoger composiciones musicales apropiadas a los momentos particulares del rito, para obtener así un complejo litúrgico y musical armónico.

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