Nadie duda de la importancia de la música y del canto litúrgico; corresponde a la naturaleza propia de la liturgia que une los corazones, los eleva hacia el Señor y glorifican a Dios con un culto en Espíritu y Verdad.
Se canta ante Dios y para Dios. Vamos a repetirlo: se canta a Dios y ante Dios. Esto exige la reverencia en el canto sabiendo para quién se canta y por otra parte ante quién se está cantando.
La liturgia es un culto que glorifica a Dios y santifica las almas. Los cantos litúrgicos y la música deben corresponder a la alteza de este oficio, a su dimensión sacral. Ni se canta para ser más entretenida la liturgia ni se canta promover sentimientos afectivos (devocionales, o de compromiso social) en la liturgia.
A veces con muy buena voluntad, con tal de cantar para hacer una liturgia "más animada" se canta cualquier cosa y se introducen esos nefastos "cancioneros juveniles" cuyas letras repugnan a la fe, siendo efusiones sentimentales con ritmos inapropiados para la liturgia. No suscitan ni la fe, ni la esperanza ni la caridad, ni el sentido de la Presencia del Misterio y el temor de Dios.
Son cantos, ritmos y letras pensados o para adoctrinar falsamente o para que sean claramente emotivos. Desfiguran la liturgia, la transforman en una velada, la hacen parecida a un fuego de campamento o una excursión.
Ser conscientes de que se canta para Dios conllevará el cuidado exquisito de la letra, confesante, espiritual, con hondura teológica.
Y se canta ante Dios
La liturgia es la gran experiencia real de lo sagrado; su misma naturaleza es sacra, y no todos los géneros musicales ni ritmos ni letras permiten el cultivo espiritual y sagrado propios de la liturgia. Un antropocentrismo difundido parece penetrar en la liturgia cuando los cantos y la música toman como protagonistas buscados y deseados a los fieles y sus emociones afectivas; cuando entorpecen claramente la elevación de la mente a Dios y la unión de los corazones en Cristo.
El antropocentrismo expulsa la Belleza, la sustituye por una estética banal, quiere crear un sentido de fiesta secular.
Estas dos notas del canto y la música en la liturgia deberían bastar para sanear este campo delicado y crear una pastoral del canto y de la música en comunidades y parroquias, creando un buen coro parroquial, porque el coro es necesario para el adecuado desarrollo de la liturgia según su naturaleza. Ya un artículo de Lexorandies nos lo recordaba hace unos meses.
Sumemos la educación de los coros parroquiales, de adultos y jóvenes, en el sentido profundo de la liturgia y en la verdad del canto litúrgico y su función. Esta tarea de educación comenzará por conocer la liturgia, el porqué y para qué de cada canto en la liturgia según la Instrucción general del Misal Romano y el Directorio Canto y música en la celebración; el Cantoral Litúrgico Nacional y otros cantos de calidad se irán introduciendo poco a poco, desechando las muchas equivocaciones que hoy se entonan; cada ensayo será ocasión de penetrar en el sentido de cada canto, su momento en la liturgia, y catequizar con la letra de cada canto.
Convenzámonos: la música y el canto litúrgico son realidades de primer orden para la dignidad de la liturgia, su sentido sagrado y orante, y también son realidades evangelizadoras. Un buen canto litúrgico permite fijar en la memoria los grandes contenidos de la fe -como hacía san Ambrosio con los himnos ante la pastoral de himnos arrianos- y nos hace pregustar la Belleza de Dios elevándonos sobre lo material.
El canto litúrgico es una gran ayuda para la evangelización, evangeliza en la misma liturgia. Pero también en otros momentos. Un Monasterio de contemplativas, hace unos años, realizaba un peculiar ejercicio de lectio ante el Santísimo expuesto: se cantaba un salmo, se leía meditativamente un comentario al salmo de las audiencias de Juan Pablo II, se volvía a cantar el salmo, se adoraba en silencio un largo rato y se terminaba cantando otra vez ese salmo. Seguro que, desde ese momento, el canto de ese salmo cuando tocase en la liturgia tenía una incidencia vital clarísima.
También, por ejemplo, tenemos el ejemplo del Coro de la diócesis de Roma, con Mons. Frisina su director y genial compositor, como comentaba el P. Óscar Valado en su blog hace poco. Una vez al mes se reúne el coro y toda la gente que lo desee en la Basílica de Santa Cecilia, da una catequesis sobre un salmo y después hay una hora de adoración.
"Psallite sapienter!" Salmodiad con sabiduría, salmodiad inteligentemente. No es cantar por cantar, ni cantar cualquier cosa y con cualquier ritmo con tal de cantar algo; conscientes de lo que es el canto litúrgico, hemos de cuidar muchísimo más estos aspectos en la liturgia. ¿Por qué no intentarlo?
Valgan algunos ejemplos para concluir.
Valgan algunos ejemplos para concluir.
- Primero el salmo 21, empleado como responsorial en el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor:
- O el salmo 94, que muy bien podría ser un solemne canto de entrada: "Venid, aclamemos al Señor".
- O el canto del Gloria (¡a ver si desterramos como sustitutos esos de "Gloria, gloria, Aleluya" o el de "No sé cómo alabarte ni qué decir Señor... Gloria, Gloria..."!):
Santa Cecilia interceda por nosotros y nos ayude en la tarea de elevar el nivel musical, teológico y espiritual del canto en la celebración.
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