El protagonismo mata el apostolado

Se impone un discernimiento, dado que este tema es más delicado. ¿Qué considerar como protagonismo? 

Sería "aquella forma de actuar y aquel talante que mueve al sujeto a realizar las diversas tareas pastorales y de apostolado con el único fin de aparecer delante de los demás como bueno y justo, o buscando la gratificación fácil del aplauso y del reconocimiento de los demás".

Suele ser una tentación clara y evidente: lucirse, figurar, acaparar. Esta tentación induce a buscar tareas y apostolados que lucen y que se realizan a los ojos de todos: difícilmente se sentirá a gusto realizando actividades escondidas y humildes, sean las que sean, sino que se escabullirá o las dejará apartadas.

Se molestará y tomará muy mal que se busquen más personas que colaboren porque sentirá que entran en su "territorio". Es persona que suele orar poco, pero siempre está en la sacristía perdiendo el tiempo y disponiendo sobre todo... o sentado en el despacho parroquial acaparando al sacerdote. Va de católico "de toda la vida", pero sólo vive con un barniz muy superficial. Usa el apostolado como plataforma, en cierto modo social, para que se le reconozca de algún modo.

Esta tentación es distinta a la humildad de realizar el apostolado o las tareas pastorales por puro amor de Jesucristo, aunque se realicen delante de los demás, y distinta de la actitud sana del que quiere que el ministerio encomendado salga a flote aunque le exija más trabajo y todo lo tenga que realizar él solo.

El que cede al protagonismo no busca la gloria de Jesucristo, sino su propia gloria; no busca alabar y servir a Dios, sino que lo alaben a él o ella. Y cuando los motivos del querer y del actuar no son rectos, destruye de raíz todo germen bueno que se pudiese contener en aquel “apostolado de lucimiento y vanidad”. "El que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (1Cor 1,31).

El protagonismo provoca reacciones de rechazo en la comunidad cristiana, y provoca rivalidades y envidias. Es una tentación muy peligrosa para una comunidad: crea bandos y partidismos.

Por eso, todo aquel que trabaja en favor del Evangelio colaborando con el ministerio pastoral y realizando el apostolado que le es propio, deberá siempre revisar el cómo de su apostolado y deberá purificar constantemente sus motivaciones, purificar el corazón, para no buscarse a sí mismo sino buscar en todo el rostro del Señor. Así se ejercerá todo trabajo por el Evangelio desde la sencillez, la humildad y la alabanza del Señor, y el bien sembrado, la semilla de la Palabra esparcida, dará fruto, que crecerá hasta la vida eterna.

"No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes, y considerad a los demás como superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino el interés de los demás" (Flp 2,3-4).

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