Vamos a recitar ahora el salmo penitencial por excelencia, que tiene una extraordinaria profundidad religiosa.
Es difícil encontrar un acto de contrición más perfecto que éste. Por eso ha sido el preferido por millones de pecadores durante muchos siglos. Es el salmo penitencial más estimado en la Liturgia.
Los autores espirituales aconsejan rezarlo no sólo por los pecados propios sino por los de la Iglesia y los del mundo entero. En este salmo todo es espontaneidad, naturalidad; no hay nada rebuscado. Las frases brotan sencillamente de un corazón arrepentido. Los sentimientos que aquí se expresan son admirables: arrepentimiento, reconocimiento de las faltas cometidas, confianza en la bondad perdonadora del Señor, promesa de empezar una vida nueva.
Todo esto expresado con un estilo y unas frases que los literatos no se cansan de ponderar. Aquí se cumple lo que decía San Agustín: "La primera condición para que empieces a convertirte es: reconocer que eres pecador".
Santa Catalina pasaba largos ratos repitiendo unas frases de este salmo: "Oh Señor crea en mí un corazón puro y no apartes de mí Tu Santo Espíritu". Temía que le pudiera suceder como a Saúl que una vez apartado de él el Santo Espíritu de Dios, todo le empezó a fallar.
Hay aquí otra expresión que ha llenado de confianza a millones de corazones arrepentidos: "Un corazón humillado y arrepentido, tú nunca lo desprecias". Nosotros queremos decir al Señor con el profeta Daniel: "Nuestro sacrificio agradable a Ti, será un corazón arrepentido".
Termina el salmo pidiendo a Dios que fortalezca las murallas de Jerusalem; o sea que aumente nuestras defensas espirituales; y le promete que entonces le ofreceremos holocaustos de novillos: o sea ofrendas que en verdad cuesten.
SALMO 51 (En liturgia 50)
1 Del maestro de coro. Salmo. De David.
2 Cuando el profeta Natán lo visitó después de haberse unido aquél a Betsabé.
3 Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito,
4 lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado.
5 Pues yo reconozco mi delito, mi pecado está siempre ante mí;
6 contra ti, contra ti solo pequé, lo malo a tus ojos cometí. Por que seas justo cuando hablas e irreprochable cuando juzgas.
7 Mira que nací culpable, pecador me concibió mi madre.
8 Y tú amas la verdad en lo íntimo del ser, en mi interior me inculcas sabiduría.
9 Rocíame con hisopo hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la nieve.
10 Devuélveme el son del gozo y la alegría, se alegren los huesos que tú machacaste.
11 Aparta tu vista de mis yerros y borra todas mis culpas.
12 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme;
13 no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.
14 Devuélveme el gozo de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso;
15 enseñaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores volverán a ti.
16 Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios salvador mío, y aclamará mi lengua tu justicia;
17 abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza.
18 Pues no te complaces en sacrificios, si ofrezco un holocausto, no lo aceptas.
19 Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
20 ¡Sé benévolo y favorece a Sión, reconstruye los muros de Jerusalén!
21 Entonces te agradarán los sacrificios legítimos -holocausto y oblación entera- entonces se ofrecerán novillos en tu altar.
Io no encontre tu correo electronico. Io lo invito a conocer mi sitio de canto gregoriano: www.gregoriano.org.br
ResponderEliminarGracias.
Altair