El diálogo entre coro y asamblea depende de varias cosas a la vez, como la solemnidad litúrgica, el número de componentes de coro y asamblea, etc. Porque la asamblea, el pueblo, participa en el culto con signos (palabras y gestos), y la música, que es la que nos interesa y que es un signo eminente para transfigurar los signos de la asamblea, dependerá de la composición y sensibilidad de la misma.
No es lo mismo una misa de obreros que de intelectuales, de franceses que de españoles, de un domingo o de un día laborable. Para empezar el coro no puede dificultar el canto de la asamblea, y más teniendo en cuenta que la asamblea ya de por sí es más receptiva que creativa, más estática que dinámica, más presta a oír que a cantar..., por lo que hay que hacer que el coro la dinamice.
Por tanto, el coro, en esa dialéctica con la asamblea, tiene que ser el soplo que la empuje, lo cual será muy fácil si de la misma asamblea ha salido el coro. Creará así una tensión ascensional hacia la perfección, como exigen todos los documentos de la Iglesia a partir del Vaticano II.
De todo lo anterior, podemos deducir lo siguiente:
- El coro no puede usurpar el papel de la asamblea: el pueblo es prioritario, por lo que el coro debe situarse junto a la asamblea y no en lugares exclusivos.
- El coro no puede escudarse en tradiciones caducas ni en estéticas neoclasicistas.
- El coro no puede encerrarse en sí mismo desvinculándose de la asamblea.
- El coro no es primordialmente un grupo decorativo, sino una invitación a la perfección, un estímulo y encuadre perceptivo, un signo sonoro que eleve nuestra sensibilidad a Dios.
- La propia voz del pueblo envuelta en la polifonía, amplía la percepción, expresa plenitud y profundidad, al tiempo que enmarca y realza la vivencia del hombre y mujer creyentes.
- El coro es un grupo dentro de otro grupo para contrastar, dialogar, movilizar..., resaltando la diversificación dentro de la unidad y creando variaciones al margen del teatralismo y puros lucimientos.
- El coro potencia la escucha de la asamblea que, cuando llegue su turno, se sentirá impulsada a una participación más plena.
- El coro debe evitar caer en formulismos, tópicos y rutinas sabiendo estar al día y dominando el lenguaje actual. Si en el romanticismo predominaba el sentimiento personal, ahora predomina lo co-lectivo, por lo que el coro debe saber expresar lo colectivo.
La responsabilidad mayor de todo esto está en el presidente de la asamblea y el director del canto y coro. Si son constantes, imaginativos, preparados, etc., pueden mover a la asamblea a límites insospechados construyendo un coro a partir de ella; acercándose a la polifonía a través de cánones; cultivando el gregoriano al mantener algunas piezas, como la Misa de Angelis, el Adoro te devote, etc.
Por supuesto, también la misma asamblea tiene su responsabilidad. Esa asamblea a quien le gusta que ciertas celebraciones tengan coro para potenciar su solemnidad, como una boda o una primera comunión...
¿Por qué no hacerles caer en la cuenta de que el domingo es el día del Señor y que ese Señor es nuestro salvador, y que eso supone mucho más que sacarse la Lotería?
Con ésto se quiere decir que la asamblea puede ser culpable de no tener un coro que exulte la liturgia, de dificultar su labor por no valorarlo, no sentirse convocados por Cristo y celebrar dicha convocatoria y no vivir la unidad en la pluralidad por una relación afectiva Asamblea - Coro.
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