Salmo 36 (En liturgia el 35) - La suerte de los malvados y la de los fieles

He aquí otro salmo sapiencial dirigido a orientar la vida hacia buen fin.

Presenta un triple cuadro:
  1. La conducta del malvado arrogante.
  2. La actitud de la persona humilde que se refugia bajo las alas de la misericordia de Dios.
  3. En la segunda parte del salmo que es lírica o poética y con imágenes muy hermosas describe la gran bondad de Dios.

Porque el fin principal de este salmo es celebrar el amor tan grande que Dios siente hacia nosotros. Ante ese amor las personas pueden adoptar dos actitudes (y de hecho nosotros a veces adoptamos la una y a veces la otra).

La primera actitud es de rebeldía: "No tengo miedo a Dios ni a su presencia". Es vivir sin importarle lo que opine Dios; teniendo el espantoso error de imaginarse que sus faltas no van a ser conocidas ni castigadas.

La otra actitud (que debería ser siempre la nuestra) es la de la persona humilde que repite con San Bernardo: "Señor: cuando siento acercarse el aleteo del pecado que quiere matarme como asesino gavilán, vuelo a refugiarme como tímida paloma en la roca salvadora de tu misericordia".


SALMO 36 (En liturgia 35) - LA CONDUCTA DEL MALVADO Y LA DEL QUE ES FIEL
Un oráculo para el impío es el pecado en el fondo de su corazón; temor de Dios no existe delante de sus ojos. Con ojo harto lisonjero se mira, para encontrar y detestar su culpa; las palabras de su boca, iniquidad y engaño; renunció a ser sensato, a hacer el bien.

Sólo maquina iniquidad sobre su lecho; en un camino que no es bueno se obstina y no reprueba el mal. Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad; tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo. A hombres y bestias salvas tú, Yahveh, oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la sombra de tus alas se cobijan.

Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas; en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz. Guarda tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los de recto corazón. ¡Que el pie del orgullo no me alcance, ni la mano de los impíos me avente! 
Ved cómo caen los agentes de mal, abatidos, no pueden levantarse.

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