Salmo 31 (En liturgia el 30) - Plena confianza en Dios

Jesús en la cruz recitó éste salmo, pues las últimas palabras que dijo en su vida mortal fueron los del verso 6: "En tus manos encomiendo mi espíritu". El Salmo tiene tres partes:

  • La primera es la lista de las razones tan poderosas que existen para confiar en Dios: es Justo, es mi Roca, es castillo protector. El ha visto mis tristezas, etc.  
  • La segunda es la descripción de la situación angustiada en que se encuentra la persona que está orando: peligros, dolores, burlas. Es una descripción admirable del abandono de Jesús en la cruz. Algunos antiguos decían que ésta segunda parte la había compuesto el santo Job.
  • La tercera parte es una acción de gracias por la maravillosa intervención de Dios para librar a quien le ha pedido ayuda: que bondad tan grande Señor... el Señor ha hecho por mí prodigios de misericordia...
Termina con dos consejos muy prácticos: amen todos al Señor y llénense de valor todos los que en El confían.

SALMO 31 -(En Liturgia 30) - ORACION QUE JESUS RECITÓ EN LA CRUZ
En ti, Yahveh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia, líbrame, tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve; pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges.

Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio; en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas. Dios de verdad, tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh confío: ¡exulte yo y en tu amor me regocije!. Tú que has visto mi miseria, y has conocido las angustias de mi alma, no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis pies en campo abierto.

Tenme piedad, Yahveh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas. Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen. De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí; dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho.

Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida. Mas yo confío en ti, Yahveh, me digo: «¡Tú eres mi Dios!». Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis enemigos y perseguidores; haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu amor! 

Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión sólo para los impíos; que bajen en silencio al seol, enmudezcan los labios mentirosos que hablan con insolencia contra el justo, con orgullo y desprecio! ¡Qué grande es tu bondad, Yahveh!. Tú la reservas para los que te temen, se la brindas a los que a ti se acogen, ante los hijos de Adán. Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las lenguas.

¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado maravillas de amor (en ciudad fortificada)! ¡Y yo que decía en mi inquietud: «Estoy dejado de tus ojos!». Mas tú oías la voz de mis plegarias, cuando clamaba a ti.

Amad a Yahveh, todos sus amigos; a los fieles protege Yahveh, pero devuelve muy sobrado al que obra por orgullo. ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yahveh!

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