Salmo 19 (En liturgia 18) - Canto a la Gloria de Dios

He aqui un poema verdaderamente hermoso. Es un cantico de un lirismo o arte poético subido y arrebatador.

Se divide en dos partes muy distintas:
- La primera, compuesta por un poeta muy antiguo, canta las grandezas de Dios, al contemplar la naturaleza. Al contemplar las maravillas de la creación, el alma se da cuenta de que hay un Dios que todo lo ha creado y lo dirige todo, y se siente animada a amarlo y admirarlo.

- La segunda parte fue compuesta por otro poeta, quizás varios siglos despues de la primera y canta las bondades de la Ley del Señor. Al meditar acerca de lo perfecto que son los mandatos que Dios ha dado, el espíritu humano se queda admirado de la inmensa sabiduría divina.

Así que en este salmo, se canta en honor de dos obras maestras del Creador: la Naturaleza con  su imponente majestad y la Ley Divina con su maravillosa santidad.

Sin palabras, el cielo y los astros van proclamando la grandeza de su Hacedor y con palabras, la Ley del Señor nos va llenando de luz y alegría el corazón y así nos vá enseñando cuan admirable es nuestro Dios.

Lástima que algunas personas no empleen más tiempo en contemplar las maravillas de la naturaleza  y en meditar la Ley de Dios. Si lo hiciéramos elevaríamos nuestro espíritu hacia el Creador y ardería de amor nuestro corazón.

El salmo termina con dos peticiones muy bellas: "Líbrame Señor del pecado del orgullo. el gran pecado y haz que te sean agradables las palabras de mi boca y los pensamientos y deseos de mi corazón".
Bella oración digna de repetirla muchas veces.

SALMO 19 (En liturgia 18) - LA GLORIA DE DIOS SE MANIFIESTA EN LA CREACION
El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia.

Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo. Allí puso una carpa para el sol, y este, igual que un esposo que sale de su alcoba, se alegra como un atleta al recorrer su camino. 

Él sale de un extremo del cielo, su órbita llega hasta el otro extremo, y no hay nada que escape a su calor.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal.
También a mí me instruyen: observarlos es muy provechoso. Pero ¿quién advierte sus propios errores?. Purifícame de las faltas ocultas.

Presérvame, además, del orgullo, para que no me domine: entonces seré irreprochable y me veré libre de ese gran pecado. ¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! 

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