El Culto al Santísimo Sacramento


“El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está unido a la celebración del sacrificio eucarístico” en palabras de Juan Pablo II tomadas de su Encíclica Ecclesia de Eucharistia nº 25.

La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento debe ser un acto comunitario que contemple la celebración de la Palabra de Dios y el silencio individual contemplativo y meditativo.
La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y nos invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión sacramental.

La exposición puede hacerse con el copón o en la custodia, sobre el altar o en un ostensorio.
Se le debe venerar con genuflexión de la rodilla derecha.

Para la exposición del Santísimo, litúrgicamente se procederá de la siguiente manera:
Reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico de carácter eucarístico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el humeral lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas.

El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel, corporal y seis o cuatro velas de cera encendidas; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede ni muy elevado ni muy distante y sobre el corporal. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo y suele rezar seis Padrenuestros con sus Avemarías y Glorias tras una Jaculatoria Eucarística; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.

Si la exposición es solemne y prolongada, se debería consagrar la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.

Durante el tiempo que dure la exposición, se podrán decir oraciones, cantos y lecturas, de manera que se concentren en una profunda oración.

Nunca el Santísimo deberá estar expuesto sin vigilancia suficiente ni sin presencia de fieles.

Se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico.
Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios cantando.
Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos.

Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.

La bendición con el Santísimo es el colofón del acto de culto a Jesús Sacramentado.
Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se entona el Pange Lingua u otro cántico eucarístico. Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia. Luego se pone en pie y entona la oración.

Una vez dicha, el sacerdote o el diácono se coloca el humeral, hace genuflexión, toma la custodia o el copón y traza con el Sacramento la señal de la Cruz sobre el pueblo. A continuación se suelen recitar las alabanzas de desagravio. Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.

Queda prohibido expresamente celebrar la Misa durante la Exposición, que la puede hacer el sacerdote, un diácono e incluso un acólito instituido o persona autorizada aunque estos últimos no pueden en ningún caso impartir la bendición, reservada al presbítero o diácono.

Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles.

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