
El sacrosanto Concilio Vaticano II, deseando fomentar el canto sagrado y la activa participación de los fieles en las acciones sagradas celebradas con canto, determinó en la Constitución sobre la sagrada liturgia que, además de que se completase la edición típica de las melodías gregorianas, se preparase «una edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias menores». (SC 117)