En la formación permanente está la clave del buen hacer para todos los ministerios, también para el coro de cantores.
Los documentos de la Iglesia insisten una y otra vez en el tema de la formación (Cf. SC 115 y MS 52). El Concilio Vaticano II urgió que se le diese mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en todos los centros de formación, y dijo expresamente: "Dese también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños" (SC 115).
La Instrucción Musicam sacram insiste en que "además de la formación musical, se dará también a los miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adaptada, de manera que, al desempeñar perfectamente su función religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y un excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos mismos un verdadero fruto espiritual" (MS 24); aportando su colaboración las asociaciones de música sagrada a su formación tanto técnica como espiritual.
La formación técnica musical, la litúrgica y la espiritual son inseparables. El coro de cantores, para cantar la fe cristiana que profesa en la celebración y en la vida, tiene que adherirse interiormente a lo que está haciendo. Su canto es antes que nada oración, y, como tal, exige profundo recogimiento y humildad ante Dios. Esto requiere no solo preparación técnica, sino también espiritual esmerada y constante.
Muchos coros de cantores han sabido transformar su amor apasionado a la música en un auténtico itinerario cristiano, con encuentros y jornadas de reflexión y plegaria, de caridad y alegría compartida. La fe les ha llevado a cantar, pero el canto litúrgico les ha abierto más a la fe en ésta escuela de oración y de vida.
Los cantores y el coro pueden y deben convertirse en signos de la presencia del Señor y testigos comprometidos en las actividades humanas y cristianas de la comunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario