Este es un salmo verdaderamente misionero: un deseo entusiasta de que todas las gentes de la tierra alaben y bendigan a Dios.
Es como una repetición de la fórmula que Moisés enseñó para bendecir: Cuando quieras bendecir a tus hijos les dirás: "Dios te bendiga y te proteja. Haga resplandecer su rostro de amigo hacia ti, te conceda sus favores y te regale la paz" (Números 7, 22).
Los israelitas cantaban este salmo como un himno eucarístico (o sea: para dar gracias) y como un himno misionero: para desear que el nombre de Dios sea alabado y bendecido por todos los pueblos. Es como una anticipación de la oración que el Hijo de Dios nos mandó rezar cada día: "Padre nuestro: santificado sea tu nombre, venga Tu Reino".
Y también un anticipo a la oración que según el Apocalipsis cantaremos siempre en el cielo: "Eres digno Señor Dios nuestro de recibir la Gloria y el Honor. Toda creatura del cielo y de la tierra te rinda alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos" (Apoc. 5, 13).
SALMO 67 (En Liturgia 66) - EL PUEBLO PIDE LA BENDICION, LA RECIBE Y ALABA A DIOS POR ELLA
2 ¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga, que nos muestre su rostro radiante!;
3 conozca así la tierra su proceder, y todas las naciones su salvación.
4 ¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios, que todos los pueblos te den gracias!5 Que se alegren y exulten las naciones, pues juzgas al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, gobiernas las naciones de la tierra.
6 ¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios, que todos los pueblos te den gracias!7 La tierra ha dado su cosecha, Dios, nuestro Dios, nos bendice.
8 ¡Dios nos bendiga y lo teman todos los confines de la tierra!
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