Probablemente fue este uno de los salmos que Jesucristo rezó durante su dolorosa Pasión. Jesús se atribuyó a sí mismo una frase del salmo "me odiarían sin motivo", "me odian sin razón" (S. Juan 15, 25).
Este himno se viene realizando de continuo en la Iglesia y en sus fieles. Los discípulos no vamos a ser más que nuestro maestro (Mateo 10, 24) y si a El lo persiguieron, a nosotros también (S. Juan 15, 18).
La Iglesia y sus fieles siguen adelante con gran valor aunque los mismos beneficiados correspondan con ingratitud y persecución. El principio del salmo se parece a las oraciones tristes que componía el profeta Jeremías, pero el final está lleno de las gozosas expresiones de triunfo del final de los escritos del profeta Isaías.
Ese será nuestro vivir: como el de Cristo: primero persecución, ingratitud, humillaciones y sacrificios y luego, resurrección, ascensión y vida gloriosa para siempre. La frase final debería ser un lema para cada uno de nosotros: "Mi lengua anunciará tu santidad: todos los días te alabaré".
SALMO 35 - (En liturgia 34) - PETICION DE SOCORRO: PROMESA DE ACCIÓN DE GRACIAS
Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten; embraza el escudo y el pavés, y álzate en mi socorro; blande la lanza y la pica contra mis perseguidores. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan! ¡Sean lo mismo que la paja al viento, por el ángel de Yahveh acosados; sea su camino tiniebla y precipicio, perseguidos por el ángel de Yahveh!.
Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí. ¡Sobre cada uno de ellos caiga de improviso la ruina: le prenda la red que había tendido, y en su fosa se hunda!
Y mi alma exultará en Yahveh, en su salvación se gozará. Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador?. Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan; me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma!
Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración; como por un amigo o un hermano iba y venía, como en duelo de una madre, sombrío me encorvaba.
Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso; si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí. ¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de sus garras, de los leones mi vida.
Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso. No se rían de mí, mis enemigos pérfidos, ni se guiñen sus ojos los que me odian sin razón. Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra; mascullan palabras de perfidia, abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos lo han visto!».
Tú lo has visto, Yahveh, no te quedes callado, Señor, no estés lejos de mí; despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor; júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh, ¡Dios mío, no se rían de mí!.
No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le hemos engullido!». ¡Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa medran!
Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: «¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se complace!» Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza.
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